martes, 18 de diciembre de 2018

JUEGOS DE NIÑOS, DE PIETER BRUEGHEL (EL VIEJO)

                                  Por Inmaculada Ruíz Vera
         
    A este  pintor que vivió hace mucho, mucho tiempo le llamaban “el viejo” para diferenciarlo de su hijo mayor que, como era costumbre, le pusieron el mismo nombre y se dedicó a la misma profesión.
       Dicen que era un hombre tranquilo, sabio y discreto, pero en compañía, era divertido y le gustaba asustar a la gente o sus aprendices con historias de fantasmas y cientos de otras diabluras, por lo que se le llamaba “Pieter el Gracioso” (Hay una niña haciendo pipí en este cuadro, ¿La ves? ¿Y a los gorros que forman una cara?).
(Pulsa la imagen para ampliar
     A Brueghel le gustaba visitar a los campesinos, en las bodas o ferias. Se vestía como ellos, e incluso como los demás invitados llevaba regalos, y se comportaba como si pertenecieran a la familia o al círculo de uno u otro de los esposos. Le encantaba observar las costumbres de los campesinos, sus modales en la mesa, bailes, juegos, formas de cortejo, y todas las bufonadas que podían ofrecer, y que el pintor supo reproducir, con gran sensibilidad y humor, con el color, tanto a la acuarela como al óleo, pues dominaba ambas técnicas. Sabía cómo se vestían al natural y pintó sus gestos groseros cuando bailaban, caminaban o se quedaban en pie mientras se dedicaban a tareas diferentes. 
   Siguiendo con su costumbre de representar temas populares, pintó este cuadro llamado “Juego de niños” en el que encontramos a más de 200 niños y niñas jugando a 90 juegos diferentes. Vemos como los niños juegan en la calle, ya que en esos tiempos ni existían los coches y las casas eran muy pequeñas. 
     Antiguamente, los niños tenían pocos juguetes hechos especialmente para ellos, por lo que muchos  consistían en juegos de imitación de las actividades de los adultos o de ejercicios físicos. Sus juguetes son rudimentarios, como eran los de aquel entonces, pero no les hacía falta mucho más para divertirse. Juegan con un tambor, un globo (¿Sabes de qué está hecho?), al aro, a la gallinita ciega, a la pídola, a la peonza, al caballito, a las tabas, a la silla de la reina, a hacer pompas de jabón, a las muñecas, a las tiendas, a nadar y bucear, caminar sobre zancos, se juegan el tipo haciendo equilibrios y contorsiones, trepando a las verjas y a los árboles. Pero la mayor parte de los juguetes son objetos simples: las nueces les sirven de canicas y los huesecillos de tabas, cabalgan sobre un tonel o gritan dentro, juegan a atrapar una botella atada a una cuerda… algunos de estos juegos continúan practicándose hoy. Este hermoso cuadro nos recuerda que para divertirse no hay nada como la imaginación, así que ¿A qué estás esperando?


La niña haciendo pipí está a la izquierda bajo unos arcos, apoyada en una pared.
Los gorro formando una cara los encuentras en el suelo, a la derecha, 3 gorros negros forman los ojos y la nariz y uno rojo la boca.
El globo lo hacían con tripa de cerdo o de cordero.


jueves, 8 de noviembre de 2018

La historia de Wangari Maathai. "PLANTANDO ÁRBOLES EN KENIA", un cuento de Claire A. Nivola

     Muy cerca de España existe un enorme continente llamado África y en él un hermoso país llamado Kenia. En una de las muchas granjas dispersas por todo el territorio nació y se crió la niña Wangari Maathai rodeada de colinas revestidas con un manto verde y multitud de árboles y arroyos de aguas cristalinas repletos de peces.
Wangari aprendió de sus mayores que la higuera era un árbol sagrado al que había que respetar al igual que a los centelleantes huevos de rana que encontraba en los arroyos.
     Al crecer viajó a Estados Unidos a estudiar biología, la ciencia de los seres vivos, y allí conoció a personas que le enseñaron a pensar en hacer un mundo mejor ¡Que impaciente estaba por volver a Kenia!
     Transcurrieron 5 años antes de que Wangari regresara a su granja y encontrara que la mayoría de los árboles habían desaparecido y el arroyo se había secado. Las familias ya no cultivaban lo necesario para alimentarse, en su lugar solo cultivaban enormes cantidades de té para vender a otros países, empobreciéndolos aún más, por lo que muchos se encontraban débiles y enfermos.
     Se habían cortado tantos árboles para ganar espacio para el cultivo del té que los bosques habían desaparecido, las vacas y las cabras no tenían que comer y las mujeres y los niños debían caminar cada vez más distancias en busca de leña para cocinar o calentar la casa. Con cada tala quedaban menos árboles y gran parte del país estaba tan pelado como un desierto.
     Sin árboles no había raíces que retuvieran el suelo. Sin árboles no había sombra. Lo que antes era un manto verde ahora era una capa de polvo árido que el viento dispersaba y la lluvia arrastraba hasta los arroyos y ríos para convertirlos en un  lodazal.
  -  No tenemos agua para beber ni leña para cocinar y nuestras cabras y vacas no tienen hierba que comer y no dan leche. Nuestros niños tienen hambre y somos más pobres que antes. Wangari tuvo una idea. Parecía simple, pero era una gran idea.
 - ¿Por qué no plantamos árboles? Les mostró cómo recoger las semillas de los pocos árboles que quedaban, cómo abonar el suelo y regarlos, como hacer un hoyo con un palo para introducir la semilla, y sobre todo a cuidar de los plantones, como si fueran bebés, regándolos 2 veces al día para que crecieran fuertes.
     El agua siempre era difícil de conseguir. Cavaban un profundo agujero con las manos, se metían dentro para poder sacar el agua con cubos. Muchos de los primeros plantones murieron, pero Wangari enseñó a las demás a no darse por vencidas.
    Muchas de las mujeres no sabían leer ni escribir. Eran madres y granjeras y nadie las tomaba en serio. Aun así ellas estaban dispuestas a cambiar sus propias vidas.
     Había que trabajar duro, pero las mujeres se sentían orgullosas. Ahora, cuando cortaban un árbol, plantaban dos. Crecieron los bosques de nuevo.       Las huertas producían mejores alimentos y todos ellos se encontraban más fuertes. Los hombres al ver lo que hacían las mujeres, sintieron admiración por ellas y se  les unieron.
Wangari distribuyó plantones en las escuelas y enseñó a los alumnos a hacer sus propios viveros.
     Dio plantones a los reclusos de las cárceles e incluso a los soldados, y les dijo que llevaran el arma en una mano y un plantón en la otra. Así serian buenos soldados.




     Han transcurrido 30 años y Wangari, junto a las mujeres y hombres de su país, han logrado plantar 30 millones de árboles y la plantación aún continua. Porque como decía Wangari “Cuando el suelo está desprotegido, está pidiendo ayuda, está desnudo y necesita que le vistan. Es la naturaleza del país. Necesita color, necesita su manto verde”.

miércoles, 16 de mayo de 2018

El Monstruo de Colores, de Anna Llenas

          Los niños y niñas han escuchado la historia del monstruo de colores y nos  han contado sobres sus emociones

Nacho está asustado, tembloroso y con los ojos como platos

 
Javier, contento, con un ojo radiante
 


Oriol, contento 
y bailarín



Iván , liado, con una mezcla de emociones que le tienen el ánimo revuelto


Álvaro está alegre y jaranero


Daniel sonriente , con un aspecto optimista




Carla está enamorada, casi derretida



Pablo también está contento (a él le gusta decir “coteto”) y muy risueño



Rocío está tan contenta que salta de gozo


Nora, sencillamente está alegre, y basta verle su amplia sonrisa

Ángela, en cambio, está tan enfadada que se ha puesto dos lazos de diferentes colores
 

Paula está enamorada, y se nota en la pupila de sus ojos
 



Nicolás está alegre y encantado con su nuevo peinado
 
África es feliz y está orgullosa de sus coletas




Lia está enamorada de su mamá y le da besos con sabor a frutas
 
Pepe es un niño feliz y quiere animar a su triste dinosaurio y al  monstruo enfados


Paula está tan contenta que se le diluye la cara



María  es feliz viendo cómo el monstruo con pendiente se va a comer la gallera de limón




Y Carla, con su sonrisa, se despide de todos nosotros.


jueves, 19 de abril de 2018

C u e n t a c u e n t o s “VACÍO” de Anna LLenas

La vida está llena de encuentros, y también de pérdidas. 

"VACÍO", DE ANNA LLENAS es un libro que nos habla de la resiliencia, o la capacidad de sobreponerse a la adversidad y encontrarle un sentido.

En la sesión de cuentacuentos, cada niño y niña interpretó este relato según sus propias vivencias , y pensó en llenar ese vacío según sus perspectivas y anhelos personales